Ayer te apareciste en mis sueños como nunca, desperté y seguí soñándote
durante el día. Te confundí entre la gente y estuve a punto de saludar a
aquella chica que llevaba un perfume similar al tuyo. Pero no eras tú.
Deseaba tanto que lo fueras.
Y es que cada noche redundas en mis sueños, viniendo como la luna ante el
ocaso o como las olas del mar a la orilla de la arena. Causas el efecto de
desmoronar mis paredes con sólo escuchar tu voz, con solo saber de ti. Y cuando
me dices que me piensas, todo es afortunadamente peor. Todo luce más alegre
aunque no estés, aunque estés ausente, aunque estés lejos o aunque estés con
otra persona. Es algo que ninguno puede controlar.
Nunca he deseado soñar contigo pero lo hago, a veces constantemente, otras más
esporádicamente, hay días que te cuento, otros me lo callo. En ocasiones no queriendo
pensar en ti y no sales de mi mente, no queriendo imaginarte y te confundo
entre la gente.
No quiero que vengas conmigo a mis sueños, no te lo pido, pero si te sucede
lo mismo puedes estar segura que en tus sueños quiero ser bueno. Quiero ser
mejor de lo que soy en persona.
Quiero no dejar de hacerte soñar, creer, reír o incluso amar. Aunque yo no
sea testigo de eso, aunque a veces toque callarlo, a veces estas emociones son
imprudentes y producen cierta espontaneidad en quien las vive, en quien las
siente.
Deseo tanto sorprender tu rutina.
Deseo tanto no dejar de soñarte.