No esperaba que llegaras, no
sabía qué serías, el destino y sus sorpresas se encargaron de darle una, ella
vivía su día a día sin imaginar lo que le aguardaba, su trabajo, su rutina, sus
cosas, su vida.
Usted llegó a su mundo para
formar parte de él, un ángel que del cielo vino expresamente a alegrar la vida
de todos quienes la rodean, aquí rápidamente consiguió una cómplice para
futuras travesuras. También una confidente y la mejor maestra, la mejor amiga, nadie
decide ni sabe lo que es ni cuando ser madre, pero una vez llegado el momento,
te toca el alma, recuerdas hablar y sonar tal cual como tu madre, los sermones
que tanto fastidio te daban en la niñez hoy son palabras adoptadas sin risas,
sin contemplaciones.
La pureza de una madre no está en
cuantas palabras bonitas pueda tener o escribir hacia un hijo, tampoco en la
cantidad de fotos que suba o cuantas veces describa los trasnochos que le lleva
atender a un ser que depende expresamente de ella, esas madres en mi opinión son
las más descuidadas, primero se preocupan por lucir bellas ellas y se olvidan
de quien es verdaderamente protagonista del momento. El amor de madre no tiene
medida, no se cuenta en regalos o cuantas veces le digas “te amo” a un hijo, el
amor de madre es un sentimiento único, el más puro y verdadero, es un pecado
intentar medirlo siquiera.
Abriste tus ojos y ahí estaba
ella, lloraste por hambre y te alimentó, diste tus primeros pasos junto a ella,
su calor fue tu primer abrigo, caíste y te levantó, lloraste y secó tus lágrimas;
tu compañera de batallas siempre estuvo y estará ahí. Qué bonito es verte
feliz, que alegría me da tu sonrisa, me olvido de todo cuando despiertas, y tus
abrazos en miniatura son los más grandes que haya podido sentir, cuánta paz
puede irradiar un ser humano tan pequeño e inocente.
¡Crece! ¡Corre! ¡Vuela! El mundo
es totalmente tuyo y ahí, como una sombra tu ángel va, cuidando de su ángel en
cada paso, traspasando fronteras y alzando vuelo a la vida.