A él le bastó solo con leerla desde hacía mucho para deducir ciertas cosas
acerca de su personalidad y sus gustos, bastaba ahora con mirar al cielo y ver su
punto en común todas las noches: La Luna, ahí estaba él en pleno amanecer,
caminando luego de pasar una madrugada hablando con ella, con quien jamás creyó
conocer, entendiendo su propio idioma y obviando el miedo a dejar de ser como
cada uno de ellos es, ella sin él era ella, él sin ella era él y ellos, eran “ellos”.
Luna, llévale sus suspiros a ella y refleja su sonrisa en tu brillo, llévala hacia él y hazlo sonreír de vuelta, quédate luna, no te vayas y permanece como su
punto en común a la distancia.
Él quería tener el poder de decir que iba camino a verla, a conocerla, de
hacer planes para sus fines de semana sin que el mundo exterior se ocupe de
interrumpir sus días con ella, solo asomarse a admirar a su cómplice en el
cielo, que su brillo sea su luz y las estrellas esos puntos que como los
lunares de su cuerpo sean cada una de sus guías para trazar caminos en este
encanto en el que él vivía desde que ambos formaban uno.
“Formaban uno” sincronizados, donde no les fallaba la señal porque él iba
de su mano y ella de la suya, sin prisa, existen, desde allá o desde aquí pero
están conectados de alguna manera, viviendo su propio sueño particular, aquel que
en tantas noches de soledad los acompañó y hoy viven. A por todas.
Descubrieron lo humanos que podían ser gracias a esa atracción sigilosa,
con dudas acerca del otro, sin mucha atención pero a su debido momento soltando
lo necesario para hacerle saber al otro que existían, que querían coincidir.
Ella dejó de ser alguien que veía su vida pasar, llenando sus oídos de
halagos banales y él dejó de ser el amante solitario que durante mucho tiempo
se había vuelto, con vida, con ganas, con la inocencia y la locura de un primer
amor vieron al cielo y entre sonrisas y suspiros se abrazaron, se besaron,
fueron felices sin necesidad de que todo fuese coherente, sus locuras los hacen
únicos, sus vidas tenían reservadas otras historias por vivir pero esta vez
juntos.
¿La diferencia? La diferencia es que solo hay un lugar donde quiero estar,
solo hay un lugar donde quiero que estés: Conmigo, contigo… Entonces, ¿Cómo
vamos a hacer esto? ¿Vienes? ¿Voy?