La historia que voy a contarles no es mía ni estoy seguro si lo será. Es
una historia de casualidades y sinceridades, de sueños y amor verdadero. De que
las cosas van más allá de las fronteras que vemos en los mapas de papel y que
al otro lado del mar existe un mundo diferente al que vivimos e imaginamos. De
que con amor y confianza todo es posible.
La fecha y las circunstancias permanecen en el recuerdo de aquella mujer
que sin esperar y sin buscar el amor despertó un día en medio de una resaca a
causa de una celebración familiar y consiguió un mensaje en sus redes sociales
de alguien a quien ella no esperaba ni imaginaba conocer.
Ella, con sus rizos en el cabello y su canela en la piel (típico de alguien
que vive en la costa). Acostumbrada a vivir experiencias con personas
equivocadas y aprovechadas decidió dar un salto de fe y confiar en la persona
que representaba un polo opuesto para ella.
Pero bien dicen que los opuestos se atraen, bien dicen que el amor no tiene
fronteras. Y ellos, a pesar de las barreras del idioma, de los problemas de
huso horario, de las fallas en la comunicación siguieron adelante y algo
comenzaba a construirse sin darse cuenta.
Este amor no requiere muchos detalles, porque ella cálida como el mar y su
entorno dejó enfriar sus sentidos con el invierno de él y juntos hacen realidad
la fantasía de cualquiera, cada uno con su humor, cada quien con tolerancia y
paciencia. Ella podía decirle alguna mentira y él la iba a creer pero “No sabes
lo que es hablar un idioma hasta que te toca hablarlo”.
Pasa lo mismo con el amor, no sabes lo que es amar hasta que no te das
cuenta que estás amando.
El sacrificio más grande no fue el viaje, el cansancio, la rutina, el
idioma o el clima. El sacrificio fue en parte desprenderte de lo que has estado
acostumbrado y darte cuenta que lo que has dejado de lado de tu cultura la otra
persona lo ha adquirido para sí misma.
Él, un típico europeo de temple frío y bohemio es un amante más de la
cultura que ella ha dejado pasar por alto, no porque quiera sino porque le
gusta, tanto como a ella.
“Un hombre que cruza un continente para casarse y conocer a sus nuevos
familiares es un hombre que vale la pena tener siempre” dirían en cualquier
película. Pero a pesar de sus inviernos, conoció el caribe y sus playas, su
gente, sus sabores y sus situaciones. Entendió los sacrificios que ella hizo
por él y comprendió lo duro que era despedirse de todo aquello, porque en su
mente llevaba los recuerdos, en el piso dejaba sus lágrimas y en sus sueños las
ganas de volver.
Quizás hoy sigan en aquel sofá juntos, fumando un cigarrillo, orgulloso
vistiendo algo alusivo al país de ella, que ahora es de él de corazón y ella
disfrutando cada segundo a su lado, abrigada en su regazo. Porque la vida le
dijo que algo mejor tenía guardado para ella y era él.