Había pasado tanto tiempo
desde que no tenía un encuentro íntimo con alguien y el cuerpo ya pedía a
gritos que lo complacieran; la piel casi rogaba por ser tocada, los cabellos
necesitaban unas manos que lo peinaran al compás de unos latidos que se
aceleraban y exhalaban placer, placer del bueno.
Distraído, sin la menor
idea de lo que le esperaba, una llamada sorprendió y dejaba salir un susurro
entre el cual se logró entender “¿Que estás haciendo?” una voz un poco alterada
y notablemente insistente a la llamada que sorprendía y osaba en llegar a esa
hora, fuera, con mayor distingo recibió una invitación a un lugar solitario,
anónimo y donde sólo se iba a hacer una cosa: ésa que en tanto tiempo no se
había vuelto a hacer.
En solo cuestión de
segundos ya estaba saliendo para el lugar pautado, al llegar, entre oscuros
árboles ella esperaba, caminó muy rápido y emprendieron rumbo, estaban cerca,
el olor a alcohol se hizo presente en sus fosas nasales, un beso y sí, había
alcohol en sus venas… Respiraba y pensaba que debía tranquilizarse un poco, hay
que hacerse cargo de la situación y nervioso no sirves. Esas conversaciones
previas siempre son vacían aunque luzcan interesantes, ya no era la misma
persona que había llamado, su rostro evidenciaba pena a pesar de que sus manos
ya se entrelazaban, solo pensaba en lo que quería hacer, ya la ropa comenzaba a
estorbar.
Al llegar fue obvio, no
hubo necesidad de seguir hablando y a pesar de que ya estaban volando sus prendas
de vestir no aparecía esa persona que había llamado por teléfono, esa chica
atrevida se había quedado por allá entre los árboles y ahora estaba ésta chica
nerviosa y penosa que preguntaba a sí misma “¿Oh Dios, que estoy haciendo?”.
Silencio, no quiero escuchar qué estás haciendo, quiero ver lo que eres capaz
de hacer, era su cuerpo el que hablaba, era el cuerpo de ella quien llamaba,
solo una palabra pasaba por su mente, solo algo cruzaba entre sus pensamientos:
deseo.
De un lado, él, con ganas
de en un arrebato salvaje dejar salir todo ese deseo en un solo beso apasionado
que retumbara los sentidos de ambos, el tiempo era poco y las ganas eran
muchas… cargado de mucho estrés y una sequía que podía considerar la más grande
que jamás tuvo. Del otro lado de la cama ella, un poco ebria pero consciente
aún de lo que hacía, nerviosa, penosa y deseosa, dejó salir lo segura que podía
hacer y poco a poco se fue dejando llevar.
Sin tanto apuro ya estaban
en prendas íntimas, se tumbó sobre la cama y en una exhalación sus piernas se
abrieron, él jugaba sobre su ropa y se marcaba la humedad a través de sus
pantys. Adiós dijo el sujetador y sus pechos descendieron a medida que sus
manos intentaban disimular la vergüenza que podía sentir ella en ese momento,
la cual le duró muy poco al sentir la lengua de él rozar con su sexo húmedo y
deseoso, al ritmo que marcaba la respiración de él en su entrepierna las manos
de ella aferraba sus manos a los cabellos de él, quien ya jugueteaba con su
pecho en sus manos, así transcurrieron un par de minutos más hasta que sus
labios se abrieron para saborear su parte más dura en ese momento, sí! Cualquiera
puede decir el cráneo pero la sensación y el aliento que brotaba de sus labios
eran de rendición, sus piernas flaquearon y su cabeza comenzaba a dar vueltas,
miró hacia abajo y ella lo veía, no pudo aguantar más y sobre ella ya estaba
dentro, quiso moverse con suavidad y sutileza pero estaban tan excitados que no
había tiempo para esas cosas así que lo hizo con fuerza, sentía como su vigor
se humedecía en cada vaivén, sus gritos decoraban el ambiente y sus gemidos
humedecían su cuerpo, sentía el sudor correr por su espalda, sentía sus
cabellos entre sus dedos cuando ya ella estaba de espaldas, sentía cómo le
gustaban las palmadas y sentía que ya venía lo que esperaba, fue cuando de
frente nuevamente derramó su néctar a medida que su cabeza iba hacia atrás, sus
ojos se cerraron por más que su mente decía que quería ver, sus brazos se
extendieron a ambos lados y el mundo se detuvo, dejó de escuchar y sintió como
si flotara, comenzaba a disiparse el dolor en el cuello, el cansancio, los
problemas, la rutina, los tropiezos, las rabias y al fin abrieron paso a la
sonrisa que se dibujó en su rostro quien veía a ella admirando su reacción, un
verdadero clímax para ella quien de manos de él recibió enseguida su momento de
placer también, ella se aferró a las sábanas, con fuerza y mientras mordía sus
labios él mareado, con una presión en su cabeza que sólo se apagaba con agua
fría partieron de regreso, satisfechos y contentos, dejando al aire en un par
de gemidos el estrés.
Ésta historia no es mía,
esta historia es real, son las sensaciones que a cualquiera le puede llevar una
sesión antiestrés, de reconciliación, venganza, placer o cualquier motivo que
usted prefiera llamarle, el cual, deja bien claro que no hay mejor terapia que
la del orgasmo, sino pregúntenle a cualquier pareja.