22 may 2012

El Orgasmo como terapia





Había pasado tanto tiempo desde que no tenía un encuentro íntimo con alguien y el cuerpo ya pedía a gritos que lo complacieran; la piel casi rogaba por ser tocada, los cabellos necesitaban unas manos que lo peinaran al compás de unos latidos que se aceleraban y exhalaban placer, placer del bueno.

Distraído, sin la menor idea de lo que le esperaba, una llamada sorprendió y dejaba salir un susurro entre el cual se logró entender “¿Que estás haciendo?” una voz un poco alterada y notablemente insistente a la llamada que sorprendía y osaba en llegar a esa hora, fuera, con mayor distingo recibió una invitación a un lugar solitario, anónimo y donde sólo se iba a hacer una cosa: ésa que en tanto tiempo no se había vuelto a hacer.

En solo cuestión de segundos ya estaba saliendo para el lugar pautado, al llegar, entre oscuros árboles ella esperaba, caminó muy rápido y emprendieron rumbo, estaban cerca, el olor a alcohol se hizo presente en sus fosas nasales, un beso y sí, había alcohol en sus venas… Respiraba y pensaba que debía tranquilizarse un poco, hay que hacerse cargo de la situación y nervioso no sirves. Esas conversaciones previas siempre son vacían aunque luzcan interesantes, ya no era la misma persona que había llamado, su rostro evidenciaba pena a pesar de que sus manos ya se entrelazaban, solo pensaba en lo que quería hacer, ya la ropa comenzaba a estorbar.

Al llegar fue obvio, no hubo necesidad de seguir hablando y a pesar de que ya estaban volando sus prendas de vestir no aparecía esa persona que había llamado por teléfono, esa chica atrevida se había quedado por allá entre los árboles y ahora estaba ésta chica nerviosa y penosa que preguntaba a sí misma “¿Oh Dios, que estoy haciendo?”. Silencio, no quiero escuchar qué estás haciendo, quiero ver lo que eres capaz de hacer, era su cuerpo el que hablaba, era el cuerpo de ella quien llamaba, solo una palabra pasaba por su mente, solo algo cruzaba entre sus pensamientos: deseo.

De un lado, él, con ganas de en un arrebato salvaje dejar salir todo ese deseo en un solo beso apasionado que retumbara los sentidos de ambos, el tiempo era poco y las ganas eran muchas… cargado de mucho estrés y una sequía que podía considerar la más grande que jamás tuvo. Del otro lado de la cama ella, un poco ebria pero consciente aún de lo que hacía, nerviosa, penosa y deseosa, dejó salir lo segura que podía hacer y poco a poco se fue dejando llevar.

Sin tanto apuro ya estaban en prendas íntimas, se tumbó sobre la cama y en una exhalación sus piernas se abrieron, él jugaba sobre su ropa y se marcaba la humedad a través de sus pantys. Adiós dijo el sujetador y sus pechos descendieron a medida que sus manos intentaban disimular la vergüenza que podía sentir ella en ese momento, la cual le duró muy poco al sentir la lengua de él rozar con su sexo húmedo y deseoso, al ritmo que marcaba la respiración de él en su entrepierna las manos de ella aferraba sus manos a los cabellos de él, quien ya jugueteaba con su pecho en sus manos, así transcurrieron un par de minutos más hasta que sus labios se abrieron para saborear su parte más dura en ese momento, sí! Cualquiera puede decir el cráneo pero la sensación y el aliento que brotaba de sus labios eran de rendición, sus piernas flaquearon y su cabeza comenzaba a dar vueltas, miró hacia abajo y ella lo veía, no pudo aguantar más y sobre ella ya estaba dentro, quiso moverse con suavidad y sutileza pero estaban tan excitados que no había tiempo para esas cosas así que lo hizo con fuerza, sentía como su vigor se humedecía en cada vaivén, sus gritos decoraban el ambiente y sus gemidos humedecían su cuerpo, sentía el sudor correr por su espalda, sentía sus cabellos entre sus dedos cuando ya ella estaba de espaldas, sentía cómo le gustaban las palmadas y sentía que ya venía lo que esperaba, fue cuando de frente nuevamente derramó su néctar a medida que su cabeza iba hacia atrás, sus ojos se cerraron por más que su mente decía que quería ver, sus brazos se extendieron a ambos lados y el mundo se detuvo, dejó de escuchar y sintió como si flotara, comenzaba a disiparse el dolor en el cuello, el cansancio, los problemas, la rutina, los tropiezos, las rabias y al fin abrieron paso a la sonrisa que se dibujó en su rostro quien veía a ella admirando su reacción, un verdadero clímax para ella quien de manos de él recibió enseguida su momento de placer también, ella se aferró a las sábanas, con fuerza y mientras mordía sus labios él mareado, con una presión en su cabeza que sólo se apagaba con agua fría partieron de regreso, satisfechos y contentos, dejando al aire en un par de gemidos el estrés.

Ésta historia no es mía, esta historia es real, son las sensaciones que a cualquiera le puede llevar una sesión antiestrés, de reconciliación, venganza, placer o cualquier motivo que usted prefiera llamarle, el cual, deja bien claro que no hay mejor terapia que la del orgasmo, sino pregúntenle a cualquier pareja.