Muy pocas veces en la vida
tropezamos con gente única, excepcional, talentosa e influyente de lo bueno,
vivimos en un mundo donde no hay ciudadanos ejemplares en cada esquina y cuando
esas personas se van, por circunstancias que sólo Dios sabe, nos queda el
legado de ellas, más allá de los recuerdos.
Intenté resumir esas cosas con las
palabras “recuerdos” y “legado” pero me he quedado corto, necesito acompañarlas
con los valores que como persona y como ser humano admiré de ti en las facetas en
las que llegué a conocerte.
Cada tarde a través de las ondas
radiales, en los reproductores de cada hogar tu voz era la compañía predilecta
de todos los que amamos la gaita y de todos los que eran seguidores de la radio
hecha en tiempos de otrora, fieles a su estilo. Tantas horas dedicadas a un
espacio, a la tertulia, a las agradables entrevistas y los buenos consejos, eso
sí, no faltaba la crítica social a lo malo tampoco, incluso fuera del aire, con
mucho buen humor y con tan buena armonía en un grupo de personas que estaban
detrás de cada edición, de las cuales llegué a ser testigo y partícipe.
Camino por las calles mientras
voy buscando un poco de sentido para poder organizar estas palabras que hoy
finalmente escribo y hago públicas, caigo en cuenta que siempre me llamó la atención el juego de las
mismas para tus programas de radio porque conjugaban con tu apellido, algo
propio. Y finalmente encontré la forma de darle color a cada letra para que lo
que intento expresar logre tener el sentido que quiero dar.
En una esquina me detengo y miro
a los lados, pienso que estas calles no han quedado del todo solas, que lo
bueno siempre influye, eso en algo cambia a uno y más aún cuando una persona
llega a masas con un mismo mensaje: que quede el ahínco, la fuerza para seguir
adelante, ese optimismo y las ganas de dar siempre la cara ante todo. En la
esquina siguiente está la humildad y el ejemplo de no pretender ser más que los
demás pero sí el mejor y dar lo mejor en lo que uno haga; estoy seguro que a tu
legado le acompañan el buen espíritu ciudadano, el apego a Dios en cada paso,
en cada decisión que se tome, miro el nombre de la calle y se llama sonrisa, la
cual decía presente siempre aún en momentos de dolor o sufrimiento, raramente a
esta corredera se le llegó a ver con otro nombre, como “rabia”, “rencor” o
“molestia”. El día que guindaron ese cartel nunca estuve, así que ni la llegué
a ver, a pesar de los regaños y las respuestas resueltas al momento de un
sobrenombre que causara disgusto. En esta cuadra conocida como “gaita” recordé
aquella noche cuando mi voz se quebró al cantarte y fue porque me di cuenta que
tenías razón, por cosas de la vida, eran los “muchachos” que siempre
aconsejaste quienes te despedían al son de una gaita hecha en homenaje para ti.
Cuando me acerco al final del
camino el optimismo ante la vida y las ganas de seguir adelante me acompañan,
miro atrás y digo que el legado de tu voz no se ha quedado del todo solo, que
sin duda alguna estas son las Calles de Francisco.
Ha quedado tu voz |
Para muchos escribir es un talento, aprovecho
eso entonces para hacer esta dedicatoria a quien solía decirme que siguiera
adelante con mis talentos: Francisco “Chico” Calles. ¡Gracias por tantas
lecciones!