26 jul 2017

Realidades en un sueño - Relato




Despertó en una habitación un tanto cómoda, limpia y amplia de un hotel al cual nunca había siquiera escuchado, no recordaba cómo había llegado allí ni mucho menos la razón por la que estaba en esa habitación solo. Miró hacia su izquierda y en la mesa de noche había un sobre, de un color perlado, con detalles en sutiles dorados con unas iniciales impresas que tampoco explicaban mucho, lo abrió y sólo había una nota dentro del sobre que decía: “Vístete y baja al salón principal a las 8:00 pm.”

Sin dudar se levantó y se bañó, cuando disponía a vestirse lo sorprende un smoking negro, camisa champagne y corbata de color oscuro. Extrañado por esta ropa asumió que se trataba de una celebración formal, importante.

La puntualidad siempre fue su fuerte, además, poco más podría tardarse cuando solamente tienes una tarea que hacer: vestir y esperar la hora indicada. Bajó las escaleras y llegó a lo que parecía una celebración de algo, no alcanzaba a reconocer a ninguno de los presentes pero caminó con seguridad hacia el salón principal, el cual era descubierto, al aire libre, flores, globos, música y luces adornaban aquel lugar, saludaba con sonrisas a quienes lo veían como reconociéndolo o como preguntándose quién era él.

Estaba parado en el umbral cuando divisó a una chica de espaldas acompañada de otra, una de ellas vestía un traje blanco que le cubría medio hombro y dejaba al descubierto el otro, un escote en la espalda que dejaba ver los lunares que sólo él como conocedor de ese dorso podría distinguir, sus cabellos con tonos dorados caían en un solo rulo hasta media espalda, los nervios por primera vez lo invadieron, dudaba de su identidad hasta que se acercó lentamente, atónito de creer que era  ella y su amiga, una chica de cabello negro como el vestido que llevaba, una chica a quien él no conocía pero ella al percatarse de su presencia lo reconoció inmediatamente, sonrió y en el mismo gesto la chica de blanco volteó. El maquillaje estaba de más pero resaltaba el color de sus ojos, el brillo en ellos como si fuera a llorar pero expresaban paz, alegría. Sonrió y dijo: “¡Vaya puntualidad!”

Su sonrisa lo dijo todo al momento de terminar de confirmar que era ella, era ésa sonrisa hermosa que tantas veces él le sacó, esa sonrisa que de lejos, cuando no podían hablarse por circunstancias ajenas a cada uno le decía mil cosas y lo hacía feliz, esa sonrisa que lo enamoró le volvía a manifestar esa alegría de estar con ella. Sintió que no había pasado ni un solo día desde aquella triste noche, desde aquella tarde gris cuando todo había terminado, sentía que todo había sido un mal sueño y que ese día había despertado en aquel hotel luego de haberlo tenido y que las cosas estaban perfectamente bien. Ahí estaba ella frente a él una vez más, sonriendo, feliz como siempre y su corazón volvió a latir como la primera vez que cuando la besó, como el primer momento en que se abrazaron. Sí, luego de la sonrisa vino el abrazo, fuerte pero no tan largo, ella le pidió que la acompañara a la mesa no sin antes apoderarse de su brazo.

Una vez en la mesa, mientras compartían un trago y ella preguntaba cómo había dormido él pensaba en que cada año que pasó hasta ese día, desde la última vez que la había visto, se había resumido a segundos. Que cada noche amarga, triste, solitaria y de tantas lágrimas habían sido simplemente un sueño amargo del cual había despertado hasta esa noche, frente a ella en esa mesa. Mientras se reían de una pareja que bailaba de una forma un tanto chistosa él interpretó aquello como un mensaje que le estaba dando la vida a ambos, a él en particular, sentía que la vida le decía: “Ven, aprovecha tu momento, ven, te estoy dando tu momento para ser feliz.”

Ella, dueña del momento y de toda iniciativa lo miró a los ojos y lo invitó a bailar, por primera vez en tantos años, por primera vez desde nunca bailaron su primera canción, bailaron una y otra pieza, sin importar los demás, el mundo se encogió y solo fueron esas cuatro baldosas en las cuales ellos al compás de la música eran uno. Luego de una mirada cómplice, explícita, sabían que esa noche era su noche. No podrían olvidar todo lo que vivieron en un pasado, lo que se dijeron, lo que se dieron el uno al otro, esa noche estaban ratificando ese primer amor que construyeron durante mucho tiempo, esa noche fueron ellos. Intentó besar sus labios pero no quiso ser un imprudente, de pronto para él habrían pasado segundos o los años para él no habrían contado pero quizás para ella sí, no quería dañar el momento. Sin embargo, finalizando apenas su último baile, justo cuando soltaba sus suaves manos, se miraron a los ojos con ojos tímidos y sonrisa nerviosa, paso a paso se dirigían de regreso a aquella mesa, en aquella pista de baile, ante la mirada de tantos desconocidos, bajo la luz de la luna y el brillo de tantas estrellas, estaban manifestando algo que era un secreto a voces.

En su bolsillo tenía un presente que supuso debía sacar en el momento preciso, una vez sentados se disponían a tomar otro trago y ella mirándolo a los ojos, él con su mano en el bolsillo alcanza a escuchar entre dientes: “Te Amo”. Lo dijo tantas veces como pudo, sin gritarlo y sin que nadie más lo escuchara salvo él. Pudo haber muerto feliz en ese momento, pudo haberse detenido el mundo con ellos ahí y no dejaría de ser feliz. Era una frase corta, fuerte, profunda, poco común pero que llegaba directo a su alma, no era ella quien hablaba, no era él quien hablaba, eran dos corazones que se decían: te comparto, te vivo, no te he olvidado. En ese momento, ella se levantó de la mesa y con una lágrima negándose a descender desde la unión de su párpado inferior y el rímel de sus pestañas y le dijo: “Ahora, me tengo que ir. Gracias por venir a mi boda, gracias por hacerme saber que somos los mismos. Gracias por haber estado. Mantén tu mano dentro de tu bolsillo y mantén el recuerdo de esta noche como el mejor de los que pudimos haber vivido. Me voy a otro lugar a vivir con otra persona lo que toda la vida desearé haber vivido contigo.”


En ese momento despertó, llorando, no en la habitación donde estaba, sino en la misma donde solía dormir siempre, miró a los lados, al clóset buscando la ropa, la tarjeta, el regalo, algún recuerdo pero se dio cuenta que todo había sido un sueño, estaba llorando y no lo había notado. Se dio cuenta que soñó lo que siempre quiso vivir, se sintió feliz con la vida por haberle hecho llegar ese mensaje. De ella no sabría nada, decidió reservar su realidad en un sueño de medianoche.

5 jul 2017

En 3 tiempos




Amar no es difícil, mucho menos imposible. Conseguir a la persona cual amar es lo que cuesta.

Quise dividir lo que vivimos pero recordé que no llegamos a vivir nada, quise ver nuestras fotos juntos para rememorar viejos momentos pero no llegamos a tomarnos ni una. Tus ojos fueron como cenizas al viento, probar tus labios una utopía y tus abrazos tan efímeros que no llegaron a sentirse.

Llegué a una conclusión un tanto desdichada, vi de nuevo tus perfiles y algo ya no me encajaba. No sé si fue por la desilusión o si era que la ansiedad de estar con alguien me cegaba.

No te quise…
No te quiero…
No te querré.

Mis palabras no significan rencor, mis palabras mucho menos son sinónimas de amor u odio. No nos quisimos más que en el anhelo de una persona que creímos correcta, éramos simplemente dos extraños coincidiendo en gustos acerca de alguien que seguimos esperando. Fuimos un sueño fugaz de estar juntos. Nos convertimos en el relleno de un tiempo vacío en la vida de cada uno.

No estuvimos…
No estamos…
No estaremos.

Gracias a cada circunstancia de la vida por mostrarnos que estar juntos no era lo correcto porque hoy por hoy contigo no quiero estar y tu conmigo tampoco. No hubo tiempo para el olvido porque no nos pertenecimos, no hubo tiempo para el desamor porque no lo tuvimos, sencillamente fuimos un breve paréntesis que en 3 tiempos se resume en que no tuvimos ni pasado, ni un presente ni mucho menos un futuro:

No fuimos…
No somos…

No seremos.