El día que conocí tus abrazos no quise soltarte porque cada vez que me
quedaba dormido en mis sueños se vivía muy bien y no quería salir de ese
confort que tus brazos me brindaban. Dormir para mi significaba empezar a vivir
un capítulo más en la historia que mis noches contaban.
Imaginé tanto conocerte que ese día hubo magia y justicia divina. Tantos
años anhelando ese encuentro tras el cual ya existían varios precedentes y
finalmente la vida nos daba la oportunidad de estar en la misma pantalla donde
usualmente nos veíamos pero esta vez estábamos juntos, en una foto, en un
vídeo, todo para simbolizar nuestra unión.
Fue real ese encuentro y mis sueños lo decían. Esos besos tuyos donde en medio
de ellos sonreías porque lo que vivíamos no era una mentira, en esos momentos
era a la vida a quien le agradecía y su vez le pedía que de este momento nunca halláramos
la salida.
Amanecer en tu regazo, con nuestras piernas haciendo un lazo fue el mejor
regalo que pude tener en mucho rato.
Ver tv abrazados y cocinar lo que el antojo dictara, olvidarme del whatsapp
y las llamadas.
Bañarnos juntos lo adoraba, tanto como los domingos y tu llegada.
Volvió el amanecer y esta vez me despertó el sol y su luz entró por mi
ventana, me despierto y estoy triste porque de ese bonito encuentro nuevamente
te soñaba, volvía a mi realidad amargada.