Muchas personas me tildarán de envidioso tras leer este post pero es que todos alguna vez en la vida hemos deseado algo prohibido, de ahí surge el refrán de que “lo prohibido se hace más tentador”, tentación en la cual unos caen y otros no; sino algunos se abrigan bajo aquella frase de que “después de un gusto un susto” ésa es para los más arriesgados...
Pertenezco a la raza humana, nací hombre, decidí ser hombre y por ende como humano que soy no me escapo de este tipo de situaciones, la cual en mi caso se ve inclinada hacia una mujer, hacia esa mujer (o incluso hombre en el caso de las chicas), prohibid@ que más de un@ quisiera tener así fuese por un ratico…
Entonces, hacia esa persona etiquetada de “tentación” que te llama a perder la cordura y que te pide que la ayudes a olvidar su mundo, su rutina, ese día a día, con la esperanza de sentirse amada, querida y valorada como mujer, por tu persona pero que a la misma vez le toca irse a la cama todas las noches con otro mientras tú te desvelas pensándola, imaginándola… hacia esa persona, estas palabras…
Dichoso él que por las noches puede esperarte en la cama para darte abrigo con sus brazos y cubrirte de la noche fría mientras yo tengo que jugar a imaginarte siendo mi almohada llenándote de besos y abrazos no solo para cubrirte de la noche fría sino para esperar a verte despertar a mi lado y presenciar la primera sonrisa que tengas en el día.
Dichoso él que puede pelearte por cualquier motivo, sólo para tener la excusa de buscar la reconciliación, mientras yo tengo que pensar en ti como mi musa perfecta para inspirarme a escribir palabras que te saquen sonrisas de alegría y te hagan olvidar de sus peleas así yo no lo sepa.
Dichoso él que de noche pudiera despertar a decirte que te ama pero prefiere ignorarlo, y yo tengo que esperar a que despiertes para darte lo buenos días con un mensaje sacado el alma mía.
Dichoso él porque puede sacarte a cenar en cualquier momento y yo tengo que esperar a que me contestes una llamada y no nos quede el arrepentimiento.
Dichoso él que te hace suya, que no lo hace a escondidas, y yo tengo que imaginarte en mis sueños escapándome contigo para ser tu dueño durante el momento que dure cada encuentro.
Dichoso él que es dueño de tus besos sagrados, esos que llenan a cualquiera de pasión, deseo e incluso paz, y yo conforme a probarlos apenas llegué al cielo.
Dichoso él porque es testigo de tu pasión, de tu olor, de ese perfume con aroma a ti del cual ansío husmear tan solo un poco.
Dichoso él que puede ver tus ojos hermosos, esa mirada intensa y radiante de la cual quedé flechado y en fotos no es suficiente, en recuerdos no se siente igual y en persona me llena de vida.
Dichoso él que con caricias puede despertarte gemidos mientras tú deseas que mis manos te liberen y los conviertan en manifiesto de pasión.
Dichoso él que no tiene que esperar un “después” para verte porque al llegar a casa te encontrará mientras yo vivo en la angustia de saber si viviremos “nuestra” realidad o no.
Dichoso él porque no necesita pedir permiso para hablarte mientras yo tengo que evitar ser inoportuno al llamarte para decirte que te estoy pensando.
Dichoso él que tiene a su lado a la mujer más hermosa, con una personalidad única, madura, inteligente, apasionada, con sentido común, responsable, de mucha actitud y originalidad y no lo ve, no lo valora, quizás ni lo sepa, mientras yo tengo que desahogarme a través de líneas que lleguen no solo a tu mente, sino que retumben en tu alma, donde quiero ganarme un pequeño espacio.
Dichoso él de tenerte pero dichoso yo de valorarte como mereces…!