Madrugo
como si se tratara de un vendedor de prensa, es sábado, puede ser extraño pero
madrugo un sábado… me levanto y me doy un baño, despierto a los demás
habitantes de la casa para incitarlos a que hagan lo mismo, es fin de semana
largo y nos vamos a la playa.
Por
más que lo intente siempre saldremos tarde, hay ley seca y como es costumbre,
vamos con la intención de comprar caña de más “por si acaso”; quedamos en
encontrarnos con otros familiares en un punto estratégico ubicado en la vía
hacia nuestro destino, en mi bolso he guardado un paño, ropa interior, un par
de bermudas y franelas, además del cargador del celular (como si en la orilla
de la playa hay electricidad), la billetera, artículos de higiene personal, acetaminofén
y unos discos. Aparte visto una bermuda impermeable con una franela sin mangas,
gorra, lentes, cotizas y el forro de la espumosa. Hemos preparado panes con
atún y tomate para comer por el camino. Ya son casi las 9:00am y
desesperadamente llaman los demás para decir que están en el punto de encuentro
y nosotros nada que llegamos, me inquieto y apuro a los demás, una chica se
maquilla, los niños lloran, hay un bebé así que hay que llevar tetero hecho y
siempre preguntan: “¿Compraste las cervezas?”. Bien, si sales con la intención
de aprovechar un fin de semana largo deberías comprar la caña antes, pues no,
uno cree que porque uno madruga las licorerías también, pero no aprendemos,
siempre dejamos todo para última hora.
Diez
de la mañana y al fin salimos, en este punto pienso que daba lo mismo no haber
madrugado, cuando vamos ya en camino pregunto si alguien trajo el protector
solar… Nadie trajo uno, además se quedó un paño, “no importa te secas con el
mío, ya no nos vamos a devolver, vamos retrasados”. Al llegar al punto de
encuentro los demás están afuera desayunando empanadas, aprovecho y lleno el
tanque de gasolina, les pregunto si llevan protector solar y dicen que si pero
poquito; no importa, allá compramos uno.
Dos
horas esquivando huecos, pasando carros, viendo los bonitos paisajes, hablando
peperas, escuchando las críticas hacia como iba vestida la novia de fulanito,
que si a mengano no le da pena ponerse la misma bermuda siempre, etc... Al fin
llegamos a nuestro destino.
Cerca
hay una licorería/abasto/panadería, sale un hombre y me dice “Aquí la caña es
más cara, la hubiéramos comprado antes de venir”, lo veo como con ganas de
saludarle a su mamá pero no importa, “ya estamos aquí” le digo; compramos las espumosas,
una pelota y un salvavidas, vamos a la casa que hemos alquilado y desempacamos,
nos acomodamos en los cuartos y armamos las hamacas e inflamos un par de
colchones de aire, los niños corren al agua apenas se bajan del carro; sale una
mujer y me dice “se nos olvidó preguntar en la licorería si vendían protector
solar! Aparte no trajimos cubiertos, salimos tan apurados que los dejé sobre la
mesa”. Me estreso pero me digo que no importa, mas tarde puedo ir al abasto y
comprar lo que falta, uno cree que en esos pueblitos cerca de las playas hay un
hipermercado o algo así. Sale un familiar y me dice que hagamos una parrilla, a
todas estas son las 2 de la tarde, comenzamos a hacer una parrilla con sazón de
cebada y al ritmo de un “puki puki” de moda, llegan unos chamitos vendiendo “papo
e’ reina, rompe colchón, rompe lycra” yo le digo que si tengo cara de estar tan
necesitado de una mujer, se ríen y finalmente le compramos los crustáceos, a
todos les encanta ese sabor de alga con limón que te deja tierra entre los
dientes no sé por qué. Pruebo unos pocos y después de pelear con el agua porque
parece un témpano de hielo voy a bañarme , bromeo un largo rato en el agua con
los jóvenes y niños, siempre hay una parejita “extrañamente” alejada, un(a) que
anda sol@ como arrepintiéndose de sus pecados caminando toda la orilla de la
playa con la cabeza gacha, los hombres buceamos y buscamos la pelota de los
niños que se la lleva el mar y las chicas van a ver si encuentran a alguien
conocido, ya siento los dedos arrugados y me cansé de beber cerveza con agua
salada; además que los intentos frustrados de hacer una pirámide humana me
tienen loco y los hombros molidos, me salgo y apenas están picando la carne; me
seco, alguien dice que estoy quemadísimo, lo ignoro; me pongo en la parrilla a
asar la carne, el chorizo y el pollo, unas mujeres pican la ensalada y hay una
líder que es quien da los consejos y secretos para preparar tanto “la mejor
ensalada” como “la mejor guasacaca”. Nunca lo entenderé.
Son
las 8 de la noche y apenas vamos a comer, he picado tanto que me llené de puro
probar, a todos les encanta cómo quedo la parrilla menos a los últimos que se
les sirvió porque no alcanzó el chorizo o porque la yuca estaba muy blanda y se
volvió puré. Me doy un baño de agua dulce, nos acostamos en un chinchorro
amorochados porque un niño se hizo pipí en una cama, espicharon un colchón y
una chica detesta dormir en hamaca. Al otro día me despierta el vendedor de
hielo con un escándalo a las 6:00am como si el mundo fuera a acabar y el hielo
es la única salvación, ese día me espera otra “aventura” parecida a la anterior
pero con un sancocho.
Al
concluir el fin de semana largo llego a mi casa cansado, insolado, picado por
los zancudos, lavando el carro, estresado y con el compromiso de comprarle una
pelota al niño porque la otra se la llevó el agua, unas sandalias a una mujer
que dejó las suyas en la orilla de la playa y: ¡un bendito protector solar para
mí solo!
Entendí que todos se van
de asueto menos el stress.
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